domingo, 26 de febrero de 2017

Mensaje de María Santísima

(María Santísima): Queridos hijos, hoy os invito una vez más a abrir vuestros corazones al verdadero amor a Dios. El amor de Dios busca corazones que entren en él. El amor de Dios es también mi llama de amor, es el Espíritu Santo.

Si encuentra un corazón completamente desprendido de sí mismo, de las cosas mundanas y de las criaturas, entra en este corazón con todas sus gracias, con todo su poder y realiza en este corazón grandes cosas, grandes transformaciones.

Entonces el alma empieza a sentir en sí misma el amor divino que fluye y llena completamente todo su ser. Este amor le da una gran hambre de oración, una gran sed de oración y de estar unida a Dios a través de la oración profunda del corazón.

El alma comienza entonces a experimentar y saborear las delicias de la intimidad, la unión y la comunión con Dios. Empieza a sentir Su presencia, la presencia del Señor, empieza a experimentar la dulzura de Sus palabras, es decir, de Sus santas inspiraciones cuando Dios la visita en la oración profunda.

El alma empieza a sentir que Dios se acerca a ella, que la toma en Sus brazos, que la lleva en Sus brazos con amor y que la lleva con amor por el camino de la santidad. El alma comienza entonces, poco a poco, a detestar las cosas mundanas que antes le eran tan gratas. Y entonces, la oración, la unión con Dios, la intimidad, el silencio, el estar profundamente unida a Él en la oración se vuelve agradable, dulce, sabroso para el alma.

Y el alma siempre quiere más y cuanto más está unida a Dios, cuanto más crece en esta intimidad con Dios, más obra y actúa en ella el amor divino, mi llama de amor, el Espíritu Santo.

Entonces el alma ve por una luz muy clara del Espíritu Santo sus defectos, sus pecados, sus faltas, sus miserias. Y entonces se horroriza de lo que ve y entonces ve lo lejos que está de la santidad, lo lejos que está de la perfección y del amor que Dios quiere de ella.

Y entonces el alma sufre, sufre porque ve que sola nunca podrá alcanzar a su amado Señor, el esposo de su alma. Entonces el alma se dirige a Mí, la Madre de misericordia, y dirigiéndose a Mí por el Rosario, a través de la oración profunda, el alma encuentra esperanza y encuentra la escalera correcta y segura por la que finalmente puede llegar a Dios.

Entonces, guiada y enseñada por Mí día tras día en Mi escuela de Perfección y Santidad, el alma crece más y más en las virtudes que agradan a Dios y se previene contra los defectos que Yo misma le señalo en la oración y contra los que debe luchar.

Entonces el alma progresa cada día más hasta alcanzar esa santidad perfecta y esa unión perfecta que Dios quiere tener con su alma. Y de vez en cuando la consuelo con Mis gracias amorosas, la consuelo con Mis visitas amorosas de Madre, le hago sentir Mi presencia dulce y suave para animarla en la lucha por su santificación.

Y para que no sufra en medio de la larga y dura guerra que debe librar contra sí misma, contra las tentaciones y contra el mundo para alcanzar la santidad perfecta. Si persevera, si se deja guiar y conducir por Mí alcanzará felizmente la meta, alcanzará la unión perfecta con Dios.

En este punto quisiera explicar que los defectos, que las faltas no son al principio un impedimento general para la unión con Dios. Pero si el alma no lucha con el tiempo para extirpar sus propios defectos y pecados, tendrá grandes dificultades para unirse con Dios.

Porque esos defectos llevados durante mucho tiempo en el alma acabarán por oscurecerla, acabarán por separarla y alejarla de Dios, porque entonces se formará como una coraza en el alma que impedirá la entrada de las nuevas gracias e influjos del Espíritu Santo que Dios quiere darle.

Por eso, hay que luchar poco a poco, pero con firmeza, para hacer la guerra a los defectos, para extirparlos. Y, sobre todo, esforzarse por mejorar cada día y unirse más estrechamente a Dios: mediante el amor, conformando la propia voluntad a la Suya y mediante la oración.

Rezad cada día Mi Rosario, porque a través de él os haré ver vuestros propios defectos y luchar contra ellos para ser santos.

Imitad a Mis Pastorcitos Francisco, Jacinta y Lucía, que son verdaderos maestros de santidad, perfección y amor a Dios y a Mí. Imitándoles alcanzaréis verdaderamente esa gran santidad que Dios espera de vosotros aquí y que Yo también quiero de vosotros.

Imitándoos os convertiréis verdaderamente en llamas incesantes de amor que darán a Dios en todo momento el amor filial y perfecto que el Señor tanto ha deseado y espera de vosotros.

Vivid el Mensaje de Fátima y difundid sin demora el Mensaje de Fátima. Porque este Mensaje no se obedece hoy en su totalidad, el mundo no tiene paz, los errores de Rusia siguen extendiéndose por el mundo causando guerras, persecución del bien y destrucción de muchas naciones.

Rezad Mi Rosario y difundid Mi Mensaje de Fátima, para que cada vez más el mundo lo conozca, lo viva y tenga paz.

La vida de Mis Pastorcitos de Fátima es Mi Mensaje de Fátima vivo, difúndelo para que todos Mis hijos, especialmente los niños y los jóvenes, sigan a estos tres Ángeles del Amor, a estas tres llamas incesantes de amor en las que he encontrado un amor tan grande, una obediencia tan grande y una docilidad total a Mi voz maternal.

A todos bendigo con amor y especialmente a ti Marcos, el más amado y obediente de todos Mis hijos y bendigo también a Mi amadísimo hijo Carlos Tadeo. Adelante hijo mío, ¡nunca te desanimes!

Sigue haciendo Mis Cenáculos por todas partes y salvando almas. Tú y Mi hijo Marcos, Mis dos cazadores de almas, nunca debéis desanimaros. Seguid adelante, siempre, porque todavía tengo muchas almas que salvar a través de los dos y las salvaré y a través de los dos Mi llama de amor finalmente arderá y llenará los corazones de Mis amados hijos con amor divino.

¡Adelante! Adelante Marcos, sigue tu camino sin mirar ni a derecha ni a izquierda, nada te detendrá. Avanza intrépido, valiente y sin detenerte por nada ni por nadie.

A todos bendigo con amor a Fátima, Beauraing y Jacareí».