Mensajes a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
domingo, 26 de marzo de 2017
Mensaje de Nuestro Señor a Edson Glauber

Hoy oí la voz de Jesús que me dijo
¿No me consolarás?
Toma mi corona de espinas, lleva la cruz y déjate crucificar por mí, para reparar los insultos de mis Ministros ingratos y rebeldes.
Los que te persiguen no te persiguen a ti, sino a mí. Los que te critican e inventan mentiras contra ti son los que también me critican y me ofenden a mí. Hijo mío, la obra grande y santa requiere grandes dolores y sufrimientos. Sin ellos la obra no puede tener el sello de la Divinidad, el signo que viene de lo alto, de los elegidos de Dios. El mundo está sumido en una tremenda locura, una locura en busca de su propia satisfacción y placer. ¿Ya no hay nadie que desee a Dios? ¿Ya no hay nadie que aspire a la santidad?
¿Dónde está la santidad y la pureza en los corazones de los que dicen servir al Señor? ¿Dónde ha ido a parar, pues no puedo encontrarla? Palabras vacías son las que oigo de labios de muchos, palabras que conducen a la muerte en lugar de a la vida; palabras que apagan la llama que aún arde para vencer a las tinieblas; palabras que hieren y lastiman a los que me buscan y se ven obstaculizados, porque son silenciadas.
Nada permanecerá oculto por mucho tiempo, ninguna mentira prevalecerá jamás sobre la verdad. Sacaré a la luz la podredumbre de los soberbios, y haré llorar a los orgullosos en el tiempo del festín y la alegría.
El que preparó todo esto verá llegar el día del festín, pero no podrá disfrutarlo. Con mi aliento, ¡todo habrá terminado!
Mira en mi Corazón y aprende a ser uno conmigo. Deja que te guíe y te conduzca siempre. Entra en mi Corazón. Reza por tus hermanos y hermanas, para que no sean sacudidos por las pruebas y no pierdan la fe.
Haré un lavado general para purificar a la humanidad. Limpiaré los lugares más difíciles y haré brotar la vida donde reinaban las tinieblas y la muerte, haré que la voz del pequeño sea tan fuerte que se oiga, y a los indefensos les daré mi fuerza y fortaleza que espantarán a los mayores enemigos. Por las súplicas de mi Madre, he escuchado el clamor de mi pueblo, de mi pequeño remanente, que Ella está preparando con tanto amor y solicitud.
¡Ánimo! Dios nunca los abandona. ¡Yo, el Señor, estoy a vuestro lado y os bendigo, dándoos mi paz!
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